Longevidad: la esperanza media de vida actualmente es de 73,6 años. Una cifra impresionante si la comparamos con la de las primeras décadas del siglo XX, cuando rondaba los 32 años.
En poco más de un siglo, la humanidad ha logrado avances impresionantes: la drástica reducción de la mortalidad infantil, el desarrollo de una atención médica más eficaz y la implementación de sistemas sanitarios cada vez más accesibles han permitido a las personas ganar más de 40 años de vida. Pero eso no es todo: para 2050, la esperanza de vida en todo el mundo aumentará aún más, hasta una media de 78,1 años.
¿Cuáles son los retos del aumento de la longevidad para el futuro?
En primer lugar, vivir más a menudo significa afrontar más años en condiciones de fragilidad. Una investigación publicada en Nature no solo señala que es «inverosímil» esperar que la esperanza de vida siga creciendo al ritmo de las décadas pasadas, sino que además destaca que el envejecimiento va inevitablemente acompañado de enfermedades relacionadas con la edad. A pesar de los avances médicos, es imposible evitar la aparición de las enfermedades comunes que se presentan en la vejez, patologías que, además, tienden a aumentar precisamente en relación con el envejecimiento. Los autores del artículo lo explican de una manera efectiva a través de una inesperada, pero eficaz, desviación del tono formal clásico de las publicaciones científicas: «nuestros cuerpos –escriben– no funcionan bien si se les presiona más allá de su periodo de garantía».
A pesar del tono irónico, esta afirmación subraya una necesidad cada vez más urgente tanto para el mundo científico como para la sociedad: no basta con gestionar el aumento de la longevidad, aunque crezca a un ritmo más lento que en el pasado, también es necesario garantizar que el envejecimiento sea «saludable», no solo prolongado. La diferencia es crucial: el reto no es simplemente vivir más, sino vivir mejor, manteniendo la calidad de vida y la independencia durante los años de vejez. Desgraciadamente, la evidencia sugiere que aún queda mucho trabajo por hacer para alcanzar este objetivo, reitera un análisis del Foro Económico Mundial (FEM) que analiza la cuestión de la «calidad de la longevidad» a la luz de las acciones y los plazos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.
Longevidad y calidad de vida: la brecha entre salud y años vividos
Es necesario partir de un hecho: nos estamos quedando atrás. De los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, ninguno está actualmente en vías de alcanzarse en los plazos previstos. El último informe indica que el 85 % de los 167 objetivos muestran signos de estancamiento o retraso. Entre ellos, el Objetivo 3, «Buena salud y bienestar», muestra graves deficiencias, incluso en relación con las cuestiones de la longevidad y la calidad de vida.
Para analizar los vínculos entre estas cuestiones, los analistas del Foro Económico Mundial introducen el concepto de «duración de la salud», que se refiere a los años vividos sin la aparición de enfermedades. La advertencia es que un aumento aislado de la esperanza de vida, y por tanto no acompañado de un retraso en la aparición de enfermedades o de una reducción de su gravedad, empeoraría aún más la brecha entre la duración de la vida y la duración de la salud. Esto significaría vivir más tiempo, por supuesto, pero con más años marcados por enfermedades. Como resultado, muchas personas podrían encontrarse en la compleja situación de tener que elegir entre la atención médica que necesitan y su bienestar financiero.
¿Cómo afecta el envejecimiento al sistema de bienestar?
Otra cuestión crítica relacionada con la longevidad es la necesidad de sostenerse económicamente durante más tiempo. De hecho, sin un ajuste en la edad de jubilación y en el contexto actual de desnatalidad, nos enfrentamos a lo que los expertos denominan una «tormenta demográfica perfecta». Esta combinación de factores amenaza con poner en tensión el equilibrio de un sistema de bienestar solidario como el italiano. Por un lado, existe la necesidad de financiar las pensiones durante periodos más largos, incluso de hasta 40 años; por otro, el envejecimiento de la población afecta negativamente a la tasa de dependencia estructural, es decir, a la relación entre la población que trabaja (o que potencialmente podría trabajar) y la población que no trabaja, por ser demasiado joven o demasiado vieja. Este desequilibrio podría socavar gravemente la sostenibilidad del sistema de bienestar.
Para complicar el panorama, el análisis del Foro Económico Mundial tiene en cuenta los datos de la OCDE sobre el ahorro, que revelan que el 40 % de los adultos no tiene ahorros suficientes para cubrir más de seis meses de gastos. Esto es especialmente preocupante si se compara con la necesidad económica estimada para la vejez, que es de unos 474 meses (aproximadamente 40 años) en un contexto de aumento de la longevidad de aquí a 2050.
Seguridad financiera: ¿cuánto durarán los ahorros?
Duración estimada del colchón financiero en los países de la OCDE (valores en % de las respuestas a la encuesta): (i) una semana o menos (ii) entre 1 mes y 6 meses; (iii) 6 meses o más; (iv) no sé estimarlo.
Por este motivo, advierten los economistas del Foro de Davos, es crucial promover la educación financiera universal y garantizar una legislación adecuada, acompañada de la adopción de herramientas digitales accesibles diseñadas para facilitar el acceso al asesoramiento financiero incluso a los segmentos con menos recursos de la población. Estas intervenciones deben proteger a los consumidores, garantizando la transparencia y una utilización sencilla e inmediata.
Medidas de este tipo, señalan los autores en un informe específico, serán cada vez más decisivas para evitar que la creciente población de edad avanzada caiga progresivamente en la pobreza y limitar la dependencia de los sistemas públicos de pensiones ante los crecientes riesgos para la estabilidad del sistema de seguridad social. Reforzar la resistencia individual ante los desafíos económicos, subrayan los expertos, es un requisito previo para erradicar la pobreza en todas sus formas en un contexto de creciente incertidumbre económica y demográfica.
La importancia de actualizar las competencias en un mundo cambiante
Otro aspecto crítico se refiere a la actualización de las competencias. El aumento de la esperanza de vida (incluida la vida laboral) exige que los individuos no solo mantengan, sino que adquieran constantemente nuevas competencias. El caso de las tecnologías digitales es emblemático, sobre todo hoy que nos enfrentamos a la transformación disruptiva relacionada con la llegada de la Inteligencia Artificial y los problemas relacionados con el mundo laboral. En efecto, la edad, combinada con la falta de competencias digitales, está expulsando a muchos mayores del mundo laboral de forma prematura, limitando su capacidad de ahorro. Ofrecer oportunidades para el desarrollo continuo de competencias, independientemente de la edad, es esencial para garantizar que todo el mundo tenga acceso a un trabajo digno, tal y como se indica en los Objetivos 4 y 8 de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas para una «Educación de Calidad» y «Trabajo Decente y Crecimiento Económico».
También es de suma importancia el impacto del cambio climático en el mundo laboral. En los próximos años, el trabajo será más agotador debido al aumento de las temperaturas y a la mayor frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos. Estos cambios harán que muchos trabajos al aire libre, como los de los trabajadores de la construcción, los agricultores, los ecologistas, los conductores, los empleados del sector turístico y de la pesca, así como los policías, bomberos y socorristas, sean más arriesgados y agotadores, lo que supondrá un grave problema de salud, especialmente para los trabajadores de mayor edad.
La desigualdad, aunque no se menciona explícitamente en los párrafos anteriores, impregna todos los aspectos de la longevidad, creando desigualdad en el acceso a los beneficios de una vida más larga, ya que las ventajas y los riesgos asociados no se distribuyen de forma equitativa. En los años que nos quedan para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, es esencial abordar también las necesidades cambiantes de una sociedad que envejece, teniendo siempre presente la importancia de una longevidad sostenible. La calidad de vida no se mide en años ganados, sino en vidas vividas con dignidad e igualdad.
Finanzas éticas: motor de una transición justa hacia la prosperidad y la sostenibilidad
Las finanzas éticas pueden resultar una herramienta útil para combatir la desigualdad, generar efectos positivos para el medio ambiente y la sociedad, fomentar un desarrollo que armonice las necesidades medioambientales y sociales, prevenir la injusticia, fomentar el respeto de los derechos sociales y laborales y fomentar el bienestar colectivo.
El vínculo entre la explotación de los recursos naturales y sus repercusiones sobre el clima, el medio ambiente y la salud humana, con impactos económicos, sociales y de bienestar global, es hoy más evidente que nunca, especialmente debido a la aceleración del cambio climático. En este contexto, las finanzas éticas desempeñan un papel fundamental en la promoción de un nuevo paradigma económico y financiero, orientando las inversiones hacia una economía sostenible que tenga en cuenta no solo el medio ambiente, sino también el bienestar de las personas y su salud.
Tal y como afirma Francesca Colombo, Responsable de análisis e investigación ESG:
«Etica Funds presta gran atención a las cuestiones sociales y sanitarias a través de una cuidadosa selección de emisores para sus fondos. En concreto, respecto a la salud, Etica ha puesto el foco en la cuestión del acceso a la atención médica, ya que se considera un derecho fundamental.
En este sentido, la Sociedad Gestora de Fondos colabora desde 2018 con la Access To Medicine Foundation (ATM), una realidad que pretende dialogar con el mundo farmacéutico, tratando de promover la cultura del acceso a los medicamentos, especialmente para las realidades de ingresos medios y bajos. A través de esta colaboración, 150 inversores que representan 25 billones de dólares se han comprometido a utilizar los datos y las perspectivas de ATM, a comprometerse con las sociedades farmacéuticas para estimular las mejores prácticas y a evaluar los riesgos y las oportunidades relacionados con el acceso a los medicamentos en sus elecciones de inversión.
Asimismo, la ATM elabora periódicamente el Índice de Acceso a los Medicamentos, una herramienta que analiza las acciones de 20 de las principales sociedades farmacéuticas del mundo para hacer que los medicamentos, las vacunas y los dispositivos de diagnóstico sean más accesibles para las personas.
La evaluación se basa en 31 métricas que cubren aspectos como la gobernanza de las estrategias de acceso a los medicamentos, la contribución al acceso a los medicamentos a través de la investigación y el desarrollo, y cómo se distribuyen los productos y servicios. Este tipo de actividad ayuda a recopilar la información fundamental para comprender, de manera informada y responsable, si una sociedad farmacéutica puede o no formar parte de la cesta invertible de Etica.»
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