El cambio climático, los conflictos bélicos, las migraciones masivas y la desinformación no son riesgos aislados sino interrelacionados: cada vez que uno de ellos empeora, afecta negativamente a los demás. Esta es la peligrosa dinámica de las cuatro principales fracturas que amenazan al mundo actual.
Para que no quede ninguna duda en el aire, encontramos la 19.ª edición del Global Risks Report 2024, el estudio del Foro Económico Mundial que pretende clasificar la percepción de los riesgos globales. Cada año se presenta este informe desde el escenario del congreso de Davos: el emblemático nombre de la edición de este año es Rebuilding Trust o Reconstruir la confianza.
Para crear esta visión general de los riesgos mundiales, cuyo objetivo principal es orientar y fomentar la colaboración y la confianza entre los países, el think tank de la Fundación para la Innovación Político-Económica recopila anualmente previsiones sobre los riesgos mundiales entrevistando a 1490 expertos, entre académicos, empresarios, dirigentes gubernamentales, así como altos cargos de la comunidad internacional y de la sociedad civil. Las respuestas para el informe de 2024 se recogieron del 4 de septiembre al 9 de octubre de 2023 y se introdujeron en dos modelos: uno con un horizonte de dos años y otro con un horizonte de diez años.
Global Risks Report 2024, el panorama mundial de los riesgos según el Foro Económico Mundial
Por primera vez en la clasificación de los principales problemas a los que se enfrentará el mundo dentro de dos años encontramos la desinformación. Si han pensado en los riesgos de la inteligencia artificial y en la facilidad con la que se pueden difundir fake news, han dado en el clavo, pero no es la única razón. Para convencer a los expertos del Foro Económico Mundial de que este es el problema con la mecha más corta está el hecho de que más de 4000 millones de personas estén llamadas a votar en 2024: desde los Estados Unidos hasta Rusia, pasando por el Reino Unido, Turquía, India y Taiwán, y luego Bielorrusia, Indonesia y Brasil. La lista es larga e incluye también a 400 000 ciudadanos europeos para la elección del nuevo Parlamento.
No obstante, esta ola electoral se enfrenta a un obstáculo llamado Democracy Index, que calcula que de 73 países solo 43 tendrán elecciones plenamente libres y democráticas. Los efectos secundarios de la falta de democracia no se limitan al país que los sufre, sino que tienen un impacto devastador en toda la comunidad internacional: porque encienden focos que desencadenan guerras civiles y, según la importancia de una economía, suponen un riesgo crucial para el comercio mundial y los mercados financieros.
Si el panorama hasta 2026 es duro, el de 2036 es apocalíptico. En la próxima década, para el 63% de los participantes en el modelo de predicción de riesgos mundiales, los cambios climáticos y geopolíticos serán tan importantes y repentinos que nuestra capacidad de adaptación se verá llevada al límite, mientras que los riesgos medioambientales podrían alcanzar el temido punto de no retorno.
En la clasificación de los riesgos para la próxima década, los fenómenos meteorológicos extremos ocupan el primer lugar, seguidos, en las tres posiciones siguientes, por los efectos más “silenciosos” del cambio climático: desde los cambios críticos en el “sistema Tierra” (derretimiento de los casquetes polares, calentamiento de los océanos); hasta la destrucción de ecosistemas enteros; y en el cuarto lugar encontramos finalmente la escasez de recursos naturales, que representa la principal causa de graves hambrunas. Los peligros de la desinformación, en el panorama de riesgos hasta 2036, descienden a la quinta posición.
Los riesgos del cambio climático
Nunca antes los efectos del cambio climático en nuestro planeta, aquellos que escapan a la experiencia cotidiana como la erosión de los arrecifes de coral, habían entrado en el último grupo de riesgos. Sobre todo, nunca se había dado el caso de que hubiera unanimidad entre los distintos grupos de opinión a este respecto: todos los grupos de stakeholders entrevistados (desde la sociedad civil hasta el sector privado) coincidieron en que las trayectorias del cambio climático ya en marcha representarán un riesgo crítico en un futuro próximo. Una opinión general cuyo mérito recae en el incesante trabajo realizado por la comunidad científica y las Naciones Unidas que, a través del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), se han asegurado de que la alarma climática suene cada vez más fuerte y llegue a todo el mundo.
Por ello, el Foro Económico Mundial subraya la importancia de la hipótesis de la formación de un nuevo organismo equivalente al IPCC para sintetizar las perspectivas fundamentales sobre el riesgo de la inteligencia artificial y coordinar los avances científicos necesarios para reducir los impactos del cambio climático. En las conclusiones del informe, los autores insisten en la necesidad de dar un impulso para invertir y limitar la fragmentación actual de las iniciativas nacionales de investigación y desarrollo (I+D). El Foro Económico Mundial insta a asumir responsabilidad, en particular al sector privado: “ya que la tecnología evoluciona más rápido que la regulación”. El escenario más crítico es que la carrera hacia el liderazgo en tecnologías de inteligencia artificial alimente un aislacionismo político destinado a preservar los avances tecnológicos que, en cambio, es fundamental compartir para multiplicar la innovación. Una herramienta que, junto con coaliciones de países que se comprometan con objetivos climáticos ambiciosos y adopten medidas concretas para limitar su impacto medioambiental, nos permitirá hacer frente tanto a los retos actuales como a los del futuro que evolucionarán de forma cada vez más compleja y no lineal.
Las finanzas éticas como pieza clave para hacer frente al cambio climático
El cambio climático actual muestra, cada vez con más evidencia, la existencia de un vínculo entre la explotación humana de los recursos medioambientales y las consecuencias que estas acciones tienen sobre el clima, la naturaleza, los animales y la salud humana, con repercusiones económicas y sociales negativas a nivel mundial. En este contexto, las finanzas tienen un papel crucial para permitir un cambio de paradigma y promover las inversiones destinadas a fomentar los procesos de transición energética, apoyando la expansión de una economía cada vez más verde. Optar por invertir los ahorros de forma ética permite maximizar los beneficios y los impactos positivos sobre las personas y el planeta en la consecución de estos objetivos a largo plazo.
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